martes, 13 de mayo de 2008

Sábado 10. Llegada a Vitoria.


Desde el viernes está la aficción carbajalina en Vitoria, abriendo paso.
No pudieron tener mejor recibimiento, creo yo. Cuando les llamé para ver que tal había ido el viaje, me cogieron el teléfono desde casa de Susi y Natalia, con una tapita en una mano y un vinito en la otra (pondrían el manos libres, o son muy apañaos, no sé).
Salida nocturna y a reposar en casa de Kukov. Vamos, totalmente arropados por los residentes.

El sábado a mediodia llegamos a Vitoria en tren los Alcalaínos. Un poco apurada la entrada en el tren de cercanías, la verdad.
Si estábamos impacientes por correr ¿Para qué íbamos a esperar al domingo?. ¡¡¡Mejor empezamos ya!!!.
Después de una frenética carrera por el andén con maletas, sillas, mochilas a cuestas, ¡¡ Venga que nos da tiempo!! Isa, Charo, Esther y nosotros cuatro pillamos el tren de cercanías de milagro. Solo nos faltó tirarnos en plancha, oye.
El caso es que había otro tren diez minutos después... pero es que nos va la marcha.
El viaje en este tren se nos hizo un poco largo, tras el madrugón y el spring por el andén. Menos mal que nos acompañaban mis amigas en el viaje, porque así, entre hacerles una visita en el vagón de al lado y las galletas con chocolate de Isa, se hizo un poco más ameno.
Andrés había estado enfermo desde el jueves, con fiebre y con placas en la garganta, tomando Espidifren y Clamoxil. Y en el tren se mareó.
¿Creeis que en algún momento barajó la posibilidad de no participar en la carrera? No, eso no es para él:
"- Andrés, estás amarillo, no se si vas a poder correr.
- Bueno, a ver cómo me encuentro mañana.
- Oye, que igual tienes aún un poco de fiebre... No corras si no estás seguro
- Bueno, a ver como me encuentro mañana.
- Tu no te preocupes, que otras carreras habrá.
- Bueno, a ver cómo me encuentro mañana."
Y así podríamos seguir hasta el infinito. Él con su idea, ya sabeis, nada dado por perdido.
Por fin llegamos a la Pensión Amaia, en la Calle La Paz.
Unas habitaciones muy espaciosas y requetelimpias, aunque la decoración y el interiorismo no deben estar entre las aficciones de la dueña, porque las cortinas del baño de la habitación de las chicas parecían de la casa de la Barbie.
Ahora, el trato y el precio, estupendo, que es lo importante y el domingo nos obsequió con unas raciones de bollo casero que estaba delicioso.
En la pensión nos estaban esperando (sin flowers, pero con los brazos abiertos), Iñaki, Jorge, Kukov y Susana y más tarde, Natalia y Susi se ofrecieron a llevarnos hasta el Bulevard para recoger el dorsal. En el coche estaba Hugo con los ojos como platos, sin perderse detalle.
¿Qué más se puede pedir?
Arturo e Irene, vistiendo para la ocasión a "Marciano" y a "Alejandro Pérez", sus muñecos favoritos, que les acompañan a todas partes.

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